miércoles, noviembre 05, 2008

Escaleras

Los vivos me dicen que tengo suerte con las cosas que me pasan. Pero la realidad es otra: existen almas que me cuidan. Las muertes que no debieron pasar. Las malas muertes que me matan. Que me dicen cómo deberé morir. Las almas que sentencian: “dime cómo mueres y te diré quién eres”.

Todo tiene su precio. No es suerte.

Si intento eludir a la muerte (si ahorro para mi jubilación, si respeto los semáforos, si llevo condones, si no prevalece mi instinto, si mi vida agoniza la muerte de algunos vivos, si me desvivo por no morir, si me aseguro esta existencia) estaré eludiendo en realidad a la vida.

Queda entonces amar a la muerte, burlarse de ella, acariciarla, dormir con ella, festejarla, tenerla como un trofeo y beber de ella.

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