lunes, diciembre 24, 2007

De encuentros y encrucijadas

Como dice Bryce en algún relato, lo mejor de un cafecito es cuando éste se ubica de tal manera que a través de sus cristales hacia la calle se pueda apreciar el venir de una mujer y cómo se va.

Este acontecimiento puede considerarse de lo más inocente: ella camina por la acera mirando un punto fijo hacia delante, el ritmo de sus caderas es uno, nada puede perturbar su paso, de pronto gira la cabeza hacia él, abre los ojos como saludándolo pero sigue su camino sin esperar respuesta.

¿El uso de los cristales puede ser tan diametral? Para él es el medio de ver el mundo sin ser percibido, para ella es el reflejo gratuito de sí misma. ¿Realmente salieron ilesos?

jueves, diciembre 20, 2007

Barrio Municipal

Me cambio de lugar, de humores y amores, de caminos por realizar y dejar, a una bifurcación que me permita recibir del sol y la luna, para mirar mejor la selva, tienes que verlo.

sábado, diciembre 15, 2007

No pude

Tal vez en verano.
Deja que pase esta estación que se justifica en sus últimos días.

martes, diciembre 11, 2007

El disfraz de la sangre

La coherencia también tiene que ver con la larga melodía que llevas, como si se tratara de un proceso lento, liberado, vasto; como uno de tus abrazos. Lo inusitado de tus post: la simple imagen, una frase, un capítulo... es el curso impredecible de tus escritos y, sin embargo, los mismos acordes, el mismo fondo blanco desde que naciste para mí. Será tu naturaleza viajera: ser invariablemente la misma y distinta. Como decir: quiero que siempre vuelvas por última vez. "Tómate tu tiempo, de prisa". Como cuando te atreves a comentar, decirme algo nuevamente... y renunciar, Sofía, justo cuando ya has escrito algo, cuando la sangre te rebasa y el instinto de sobrevivencia te pide regresar y decir, otra vez, nunca más.

jueves, diciembre 06, 2007

era la pág.77

Y nunca sabrás, aunque esa noche lo hayas vivido, si Javier, como tú, al acercarse, con las manos abiertas en la cama sin sábanas, a tocarte de esa manera, estaba negando, como tú, todos los actos externos del amor, todos los actos cometidos para convertir al amor en una semblanza de nuestra relación con los demás, y entonces te dijiste que sí, él nunca te había besado en público, nunca te había mostrado a los demás, nunca se había acercado a ti para matar el tiempo, nunca había aprovechado el ocio para el amor y, tampoco, lo había deformado con la insistencia, verbal o de actitud, que nos impulsa a buscar en ese acto un valor, un significado, una palabra ajena al hecho mismo, al acto suficiente. Por eso lo besabas con esa libertad y cerrabas la imaginación al rumor persistente de la noche cerca del mar, con sus grillos y fogatas, sus mandolinas y su oleaje débil. La relación verdadera era entre tú y Javier y no significaba, al realizarse, nada fuera de sí misma, nada que explicara al mundo y a los demás; y, no obstante, sólo allí, escondida entre los brazos de Javier, y Javier oculto en la oscuridad de tu carne abierta, se ordenaba, como un don de la gracia, porque se acostaban juntos sin solicitar nada, el mundo exterior. (p. 77)

Entonces tú y él se esconden en la cabaña, escuchan el paso del viento sobre los tejados, se abrazan, fingen el temor que los acerque, se entregan a los besos largos, besos de horas, horas de besos, largas, imprevistas, siempre llenas de sorpresas, cada vez más largas, como si fuesen adquiriendo una sabiduría idéntica a la lentitud, a la suspensión de todo lo innecesario, lo ajeno a las horas y los besos, recostados junto al fuego, sobre la piel de borrego encima de las baldosas húmedas, mirando hacia el techo de vigas que sostiene, retiene, rechaza los brazos de la tormenta. (p. 78)

También el mundo tenía un nombre y era de ustedes porque sólo lo poseían alejándose de él para dominarlo desde esta soledad tan cercana en la que podían mirarse, el uno al otro, enteros y al mismo tiempo unidos sólo en el arca oscura y pulsante del vello y los labios y el disfraz de la sangre. (p. 79)

miércoles, diciembre 05, 2007

¿Cuándo uno se calla?

Cuando uno quiere ver los detalles de la noche, las sombras que se cruzan, el sonido de los pasos que se confunden. Cuando se quiere llevar cada segundo que pasa fuera del tiempo, del presente. Cuando todas mis ansias de maldad y bondad se han ido.

Cuando uno ya no quiere más morir ni vivir, ni recordar ni pensar, sino suspenderse en esa otra forma de abismo que casi podría ser amor (no de telenovela, de novela, de los otros, de los nuestros, tampoco de ti, ni de mí, sino de la imposibilidad de entender).

Callar para que las respuestas sean. Para que el asombro le siga dando aire a este cuerpo que casi no respira.

Callo cuando veo el brillo de tus ojos buscando algo que te agrade en esta ciudad. Callo para no ensordecerte diciendo nada.

lunes, diciembre 03, 2007

El santo remedio

No sé qué escribir en este momento, sólo tengo el sentimiento dentro, indescifrable y misterioso. Hago una retrospectiva a lo que ha escrito este seudónimo. Para mí están claras las formas que hay debajo de los dólmenes, quizá para otros son otras palabras, aquellas que están cubiertas con esa tierra que les he puesto para que parezcan mías. Voy olvidando, sin embargo, poco a poco, qué cantidad de mí está en esos post.

Allí, aquí, ahora se han fusionado no solo yo y mis lecturas, si es que no es lo mismo, sino también un agua cristalina venida del sur. Ha tenido que recorrer el mundo para detenerse en estas palabras hechas de nada y lo ha completado todo.

La escritura entonces ha tenido una segunda oportunidad. El círculo se estaba haciendo aburrido; la joda, tediosa. Tenía que desembocar en algo. No veía otra alternativa que decir en uno de los post: “cerrado por derribo”.

Y ya ves, ahora sueño contigo toda la noche.